viernes, 20 de marzo de 2009

Razón y Violencia



A poco más de 50 mil años de existencia en la Tierra, el hombre moderno aun conserva varios atributos que le permitieron sobrevivir eficazmente durante sus primeros pasos en este antiquísimo planeta. Estos atributos inherentes, o instinto, que compartimos con otras especies, y que en ocasiones nos asemeja a éstas, se ha ido erosionando a lo largo del tiempo gracias a la socialización y la formación del hombre civilizado. Con la misma eficiencia, el hombre ha sido capaz de desarrollar un sinfín de habilidades que le han permitido controlar casi absolutamente su ambiente, y ha llegado a tan alto nivel de adaptación que lo único que pone en riesgo su supervivencia son los efectos negativos del comportamiento de la especie.


El ímpetu o fuerza extraordinaria con la que el hombre reacciona ante situaciones de una gran intensidad le dan el carácter de violento, y gracias a esta violencia se consolidaron las primeras estructuras sociales claramente jerarquizadas. Con apenas 9 mil años de sedentarismo, agricultura y probablemente civilidad desde la última glaciación, es fácil pensar que el hombre aun no ha podido extinguir al animal irracional que lleva dentro, el animal que tuvo que ser en un principio para sobrevivir en un mundo hostil. Sin embargo, el abuso instrumental de la violencia, cimiento de la civilización, ha provocado el deterioro cultural en innumerables ocasiones, retrayéndonos los atavismos de la barbarie.


Como antípoda del instinto, tenemos la razón, máximo don con el cual el hombre moderno orgullosamente ha erguido numerosas culturas y aniquilado otras cuantas. La civilidad del hombre, lo que le aleja del animal "irracional", es en esencia la capacidad de suprimir el instinto y restringir la voluntad conforme a determinadas normas comunes impuestas dentro de una sociedad, normas que a su vez se encuentran condicionadas por la realidad histórica del grupo. Las hipótesis clásicas sobre un estado natural del hombre, revocado por un contrato social, suelen tener como premisa el hecho de que el hombre primitivo cede parte de su libertad a cambio de seguridad. En otras palabras, el hombre primitivo asegura su sobrevivencia en grupo acatando las reglas de éste.


A la razón le precede el instinto que mantuvo a la especie a salvo en un mundo hostil y violento. Para el hombre civilizado es menester extinguir dichos atributos salvajes y sustituirlos por las buenas costumbres que la educación trae consigo, acabando con este atavío conductual el hombre salvaje debería desaparecer junto con su violencia obsoleta. Pero la bestia no muere, y en la historia del hombre vemos que mientras la razón y el instinto se contraponen, la razón y la violencia no son opuestas en lo más mínimo. Si la violencia tuvo alguna vez origen en lo irracional, podemos asegurar actualmente que los acontecimientos más violentos de nuestra historia han sido concebidos racionalmente.


¿Entonces puede el hombre que se llama civilizado desentenderse de la violencia?, parece que no, aparenta la historia. La violencia está presente tanto en los actos irracionales de la naturaleza como en las acciones racionales del hombre. A partir del uso de la violencia como instrumento de dominación se crean las primeras estructuras sociales que requieren de más violencia, por lo menos latente, para el mantenimiento y buen funcionamiento del sistema. A este sistema de violencia latente, o lo que Weber con términos similares definió como Estado, el hombre le ha considerado como algo civilizado, no por el hecho de que la violencia cohesione la estructura, sino porque el instinto violento parece haber sido reemplazado por las costumbres civilizadas, sin embargo este mal prevalecerá mientras el hombre no cambie las armas por la palabra y la opresión por la justicia. A un par de años del fin de esta década, la primera del siglo, cabe recordar que la bestia de la barbarie aun habita en nosotros como una faceta que no hemos podido superar, tan arraigada en la visceralidad humana como esa inercia retrograda que nos atrapa en el pasado salvaje.

extraido del Ateneo Juvenil. :D

No hay comentarios:

Publicar un comentario